Hace más o menos un año y medio descubrí que tenía principio de diabetes tipo 2. Mi índice de glucemia era lo suficientemente bajo como para no ser catalogado directamente como diabético, pero lo suficientemente alto como para preocuparse.
Así que tuve que dejar atrás mi poco saludable dieta y empezar a hacer ejercicio físico.
Eso se dice muy rápido, para lo difícil que es.
Hasta entonces, ver mujeres obsesionadas con dietas siempre me llamó la atención. Para mi no iba a ser la primera vez que me ponían a dieta (de niño fui obeso) y recordaba vagamente cómo funcionaba el sistema, sabía que no existía ninguna forma efectiva de, tal como anuncian en todas partes, perder peso sin dejar de comer y sin ejercicios. Es algo tan obvio y tan lógico, que cuesta entender por qué las personas siguen pensando que hay pastillas mágicas, remedios naturales ocultos por las grandes empresas farmacéuticas o secretos milenarios que permitan bajar de peso rápido (y de forma permanente) y sin sufrir.
Entiendo la necesidad estética de querer bajar de peso en las mujeres. No sólo es, como se suele señalar, que la imagen femenina en revistas y televisión sea predominantemente delgada a punta de Photoshop y anorexia. Son también las marcas de ropa que diseñan tallas pequeñas y apretadas en las zonas de los rollitos. Eso es lo que me ha llevado a pensar que la razón por la cual tantas mujeres sienten una obsesión poco saludable por los zapatos y las carteras es porque, a diferencia del resto de la ropa, da lo mismo si son delgadas o no. Siempre pueden lucirlos.
No siempre sirve que la pareja les diga que prefieren las curvas a los esqueletos, y que las quieren tal como son. En la mayor parte de los casos, el problema es que ellas mismas no cumplen sus propias expectativas. Lo cual es bueno en el sentido que quiere decir que no necesitan la opinión de uno para validarse, pero a su vez hace que nuestra opinión tenga menos peso que un archivo de texto. Y también está la otra variedad de mujer que en realidad no se quedan tranquilas con su aspecto hasta que son envidiadas a muerte por todas sus amigas. Algunas mujeres son así de raras.
En el caso de los hombres, es distinto.
Mi generación nunca se preocupó demasiado por el aspecto físico. Crecimos antes de que aparecieran los metrosexuales, antes de que los límites anticuados del género se nublasen y las mujeres empezasen a adoptar actitudes masculinas, y los hombres actitudes femeninas. Lo que está bien en mi opinión, no estoy en contra de ello ni me parece algo pernicioso, pero no puedo compartirlo porque no es parte de mí.
Cuando tuve que bajar de peso, aunque fuese por salud y no por estética, descubrí hasta que punto iba a afectar mi identidad como género.
Antes de seguir quiero aclarar que no se trata de la sexualidad. Mucha gente piensa que cuando se habla de género y específicamente de crisis de género, se está hablando de inclinación sexual. La mía es muy clara. No es de las que se inclinan, específicamente.
Se trata de que de una forma u otra, comer y comer en exceso comida poco saludable forma parte de la identidad masculina. No sé si será algo regional o no, pero se espera que el hombre coma más que la mujer, se espera que sea ella quien pide la ensalada mientras el pide la carne con papas fritas, se supone que cuando se junta con sus amigos va a comer un asado, es normal que compita con sus pares por quién es capaz de comer más empanadas, o porciones de pizza, o lo que sea. Sin ser del todo evidente, todos esos elementos de comida en exceso forman parte de lo que se espera que haga un hombre.
También se trata de que uno deja de tomar alcohol. Y eso si que define el nivel de masculinidad, especialmente en este país.
Cuando necesitas bajar de peso, ya no puedes comer lo mismo que comías, ni en las cantidades que comías, ni con la misma frecuencia. Tu cuerpo se acostumbra después de un par de meses a comer porciones más pequeñas, todos los días a la misma hora. Lo recomendado por los médicos. Y funciona, aunque en mi caso creo que mi mente no lo va a entender nunca.
Esto quiere decir que en los asados vas a comer menos carne y más ensaladas. Que te vas a comer una sola empanada. Que no vas a almorzar al Burguer King, sino que vas a comprar una ensalada en los Castaños. Que muchas veces vas a decir "no gracias". Y si estás con más amigos, no necesariamente hombres, eso va acompañado de muchas risas en tu contra y varios comentarios que apuntan a un aparente cambio súbito de condición sexual.
A veces no hace falta que te lo digan los demás. A veces, te lo dices tu mismo.
No cuento todo esto porque sufra de algún trauma al respecto. Voy a comer lo que tengo que comer para mantenerme en el peso que mi doctor me pide, y me importa un carajo lo que piense o diga el resto. Incluso lo que me digo yo mismo. Yo sigo con mi cerveza sin alcohol, mis porciones de comida y mis horarios, aunque a veces me sienta como mina por tener que decir que no voy a comer tal cosa porque tiene muchas calorías.
La vida era mucho más divertida cuando era un gordito. Pero voy a seguir cuidándome, principalmente, porque quiero seguir vivo, y eso me parece más importante.
Pero antes de concluir, me gustaría ofrecer un consejo. Tal como decía al principio, lo mío es por razones de salud. Pero si usted, querido lector, no tiene problemas al respecto, no se prive. Coma todo lo que quiera, beba todo lo que quiera, fume todo lo que quiera. Porque en algún momento, tarde o temprano, un doctor le va a decir que ya no va a poder hacerlo.
Y la única razón por la cual eso no me parece tan terrible, es porque no me arrepiento de nada :)
sábado, 28 de diciembre de 2013
viernes, 20 de diciembre de 2013
Por qué no me gusta la Navidad
Es muy difícil intentar explicar por qué a uno no le gusta ni interesa la Navidad, pero eso es sólo porque la gente automáticamente etiqueta como Grinch a cualquier persona que no sienta el mismo nivel de entusiasmo y pasión que ellos. Y entonces deciden que odias la Navidad porque no te gusta. Pero eso no es cierto. Hay un punto medio entre odiar y amar la Navidad, un punto que elijo llamar "me importa un carajo la Navidad" y es exactamente donde me encuentro. Déjeme contarle, querido lector, cómo se ven las cosas desde acá.
En las calles no se ve mucho eso del momento del año de paz, amor y reflexión. Sí se ve gente por todos lados, corriendo estresada de tienda en tienda con media docena de bolsas en una mano y una lista kilométrica de regalos por comprar en la otra. La idea de que nadie que conozcan se puede quedar sin regalo, y que dependiendo de lo caro que éste sea es lo que te importa la otra persona es algo brutalmente extendido, como si el afecto no pudiese ser transmitido en acciones y palabras, sino que puede ser solamente entendido en objetos materiales.
No tengo la costumbre de hacer regalos a mis seres queridos para Navidad. Y tampoco me gusta recibir regalos. Pero no por ello se me ha pasado por la cabeza dudar del afecto que algunas personas sienten por mí, y asumo que lo mismo les pasa a ellos. Y sin embargo, decir que no te gustan los regalos te hace ser un Grinch.
Quizás porque el año nuevo y la Navidad están tan cerca, y porque al sur del mundo esto coincide con el inicio del verano y las vacaciones, durante todo el mes de Diciembre existe una especie de ambiente de "último día nadie se enoja". La necesidad de una válvula de escape después de mantener el orden y la compostura durante mucho tiempo se extiende de un día a todo el mes, en el que la gente se siente con todo el derecho a hacer todo lo que les de la gana. De repente ellos y sus necesidades como individuos son más importantes que la del resto. Se genera un ambiente caótico y levemente histérico muy contrario a lo que se supone que deben reflejar estas fiestas, donde la lógica no abunda demasiado lo cual es sumamente conveniente porque la Navidad no resiste mayor lógica.
Como muchas tradiciones, la Navidad se valida a sí misma estableciéndose como una costumbre que ha estado allí toda la vida. Pero no es así. La Navidad se creó un poco después del año 300, y por esa época era muy distinta a como nosotros la conocemos. Para empezar no estaba asociada al nacimiento de Cristo.
Hacia la Edad Media la celebración de Navidad se empieza a hacer más popular, pero no tanto como las ya existentes celebraciones paganas de Sol Invictus y Saturnales, que sí estaban relacionadas al nacimiento del dios del Sol y el intercambio de regalos respectivamente. Hacia el siglo 12 la Iglesia Cristiana se dio cuenta que pese a la conversión al cristianismo de la mayoría de Europa, se seguían celebrando rituales paganos por todos lados. Viendo que no iban a poder ganar, decidieron simplemente imponer a la fuerza su significado sobre el pagano y así se asoció el nacimiento de Cristo a la Navidad, así como se construyeron iglesias sobre las ruinas de templos a otros dioses, se reemplazaron los dioses menores por santos y se permitió el uso ritual de flores que hasta entonces era exclusivo de lo pagano, y por eso hay coronas de flores en los funerales. Entre otras cosas.
La Navidad tal y como la conocemos, una cena con un árbol decorado e intercambio de regalos sólo existe desde el siglo 19. O sea, tiene poco más de 100 años. O sea, la invención del automóvil es más o menos igual de vieja que la supuesta larga tradición de la Navidad.
Después está Papa Noel, el Viejito Pascuero o Santa Claus. Si partimos de la idea de que la Navidad es una tradición Cristiana, no tiene mucho que ver en todo esto y creo que la única razón por la cual de niño no protesté exigiendo una respuesta un poco más válida de qué diablos hace un viejo gordo vestido de rojo entregando regalos y qué tiene que ver con Cristo, es porque asumí que si me oponía a la idea no iba a recibir un regalo. Y cuando uno es un niño de clase media donde sólo en Navidad se recibían regalos, uno no ponía en riesgo la posibilidad de tener juguetes así como así.
Bueno, la otra fuente de regalos en mi caso era sacarse buenas notas, pero eso sucedía aún con menos frecuencia que la Navidad misma.
Técnicamente la figura de Santa Claus es también (oh, que sorpresa) de origen pagano, porque el tal San Nicolás era griego y no cristiano. Con los años se mezclaron varias versiones del personaje (Sinterklass, Father Christmas, etc.) dejando el origen tan confundido como la continuidad de Batman.
Resumiendo, si se carece de una tradición histórica sólida y si los motivos religiosos en los que se basan están plagados de ecos paganos uno con todo derecho podría entrar a preguntarse por qué chucha se celebra la Navidad.
No es para mantener a la familia unida, claramente. La familia que se reúne un par de veces al mes para asados, cumpleaños o porque sí es una familia que tiene lazos firmes y espontáneos. La que lo hace a la fuerza la noche de la Navidad no va a tener una cena particularmente entrañable.
La Navidad se celebra básicamente porque todo el resto de la gente lo hace. Porque es el mejor momento del año para el comercio que mueve el sistema económico de un país. Es una necesidad artificialmente creada.
Eso no quiere decir que uno no tenga el derecho a celebrarla. Tampoco pretendo decir que es mejor o peor persona por disfrutar de la Navidad, de la misma forma que espero que no se me califique de Grinch o de mala persona por no celebrarla. Si es algo que disfruta y le apasiona, no soy nadie para decir lo contrario. Por favor, haga todo lo que tenga que hacer y sea feliz.
Yo soy feliz no celebrándola. Porque no me importa, no porque la odie.
viernes, 13 de diciembre de 2013
En Qué Creo como Ateo (Parte 2/2) Lovecraft tiene la culpa de todo
No tengo un pasado turbulento ni algún tipo de trauma hiriente con la iglesia católica, ni contra el cristianismo en general. Al principio, para mi la religión fue algo que me daban como respuesta a las tantas preguntas a veces accidentalmente filosóficas que hacen todos los niños cuando aprenden a razonar. Acompañaba a mi abuela a misa los domingos porque mis padres me decían que tenía que ser bueno con ella y bajo la esperanza de que en recompensa me comprase un helado o algo así, como lo hacían los otros abuelos, pero eso no sucedió. Recuerdo de esa época mi fascinación por La Seu, una catedral gótica que me parece fascinante hasta el día de hoy. Después la religión pasó a ser esa hora de clases levemente insoportable en la que teníamos una biblia de Jerusalem en lugar de un libro de texto normal, porque mi colegio creía en usar la biblia directamente en lugar de hacer el tonto con libros ilustrados y de pocas páginas como otros colegios. Mi libro de historia de sexto básico tenía unas 350 páginas, de hecho.
Durante toda mi vida mi padre me intentó enseñar a ser escéptico. Sospecho que con cierto temor veía como su hijo absorbía películas como Star Wars e Indiana Jones, libros de Julio Verne e Isaac Asimov, y le preocupaba que no fuese del todo capaz de discernir entre la realidad y la ficción. La fantasía me parecía mucho más interesante que la realidad y quería soñar con un mundo donde hubiesen conspiraciones y ovnis, pero siempre tuve esa voz que me hablaba de razonamiento lógico. Esa era la voz de mi padre.
Pero como todo adolescente, finalmente me rebelé contra mi familia, contra la educación, contra el mundo y por supuesto contra la religión. Más o menos por esa época, conocí a Lovecraft.
Fue en parte la edad, en parte el escepticismo, y sobre todo mi interés en leer lo que terminó por desencantarme primero de la iglesia católica y finalmente de la religión. Cuando digo religión estoy hablando del cristianismo, aunque antes de eso había leído sobre hinduísmo y otras religiones y terminé rechazándolas todas cuando uno llega al punto en la que la fe suplanta a la lógica, y la hipocresía e inconsecuencia humana erosiona las instituciones.
Durante esa época uno rechaza las cosas con facilidad, pero no necesita realmente encontrar algo en lo que apoyarse cuando se pierden los cimientos de lo que hasta entonces era tu mundo. O sea, no sé si otros lo necesiten, pero honestamente yo no. O eso creía. No fue muchos años después, quizás hace unos seis meses, que me di cuenta que reemplacé todo aquello por la visión cosmológica de Lovecraft.
Primero, quiero aclarar que no creo que Lovecraft haya pretendido escribir cuentos con una intención teológica. Sé que no lo hizo; a él le interesaba contar historias que lo transportasen a otros mundos y simplemente plasmó sus múltiples miedos y fobias en sus cuentos. Pero aún así construyó un universo común para sus historias, y ese universo tenía un origen y un por qué, y ese por qué sugiere que la vida fue creada por error, y que los dioses son seres maléficos que no sólo no tienen ningún interés por el bien de la humanidad, sino que la usan para sus propios fines y el simple contacto con ellos hace que los seres humanos pierdan la cordura, pues es imposible para nosotros y nuestras pequeñas mentes poder comprender su totalidad.
La idea de que exista un creador pero nuestras limitaciones nos impidan conocer su intención y naturaleza no es, por supuesto, algo creado por Lovecraft. Pero lo conocí por primera vez leyendo sus cuentos y ya está.
Nunca creí que nada de esto fuera real, realmente, aunque si admito que quise creerlo. La idea de una forma de religión tan completamente opuesta a todo lo que conocía me fascinaba, y por lo mismo me parecía más creíble. Después de todo, razonaba, la historia la escriben los vencedores, y la escriben mostrándose como los buenos. ¿Y si la Biblia muestra a Dios de esta forma porque ellos ganaron la guerra contra las otras religiones?. Por supuesto, mi razonamiento está lleno de fallas. No hace falta que usted las busque y me parece innecesario escribir por lo menos tres entradas más sólo para explicarme, así que va a tener que confiar en mi. Sólo intento explicar lo que por ese entonces pasaba por mi cabeza.
Varios años después, estuve a punto de morir. Pasé casi un mes en el hospital, donde no tenía mucho más que hacer excepto pensar. Hasta entonces, tenía la vaga noción de que si hacía cosas buenas, cosas buenas me pasarían. Pero después de lo que viví, y lo que presencie en los otros enfermos, me hizo más sentido la idea de que las cosas pasan sin ninguna razón. No hay causa y efecto, la idea de una recompensa por tu actuar en esa vida es simplemente un intento por un lado de la autoridad para impulsarte a hacer cosas buenas, y por otro una forma de hacerte creer a ti mismo que lo que haces está bien y esto te pone moralmente por encima de los demás y te deja dormir tranquilo. No digo esto hablando desde la herida, no llegué a este razonamiento con rabia ni resentimiento, no me siento particularmente traumatizado por lo que me pasó. Simplemente, me parece más probable.
Me parece lógico que una persona llegue a la edad adulta, cuando ya no hay padres que te guíen y te cuiden y sea uno el que tiene que preocuparse de todo ello, busque una figura superior, un padre de todos que con mano invisible guíe tu vida y te cuide. Porque estar solo y ser responsable de todo lo que te pase puede llegar a ser aterrador. No importa lo mucho que hablemos de lo importante que es la libertad, porque esta en realidad significa que todo lo que te suceda es de una forma u otra tu responsabilidad.
Me parece más razonable que las cosas no tengan sentido. Que la maldad no es necesariamente atribuible al mal sino que a la estupidez. Al azar.
Que el bien o el mal que haces no tiene repercusión ni significancia dentro de un sistema ordenado de causa y efecto, sino que sólo lleva peso en lo que tu valores de ti mismo, y que por eso hay gente mala que hace el mal y nunca le pasa nada. Porque para ellos, eso es el bien.
Que no somos el producto de un plan creador, simplemente aparecimos. Porque para ser parte de un plan perfecto ideado por un ser omnipotente, estamos llenos de fallas y errores.
Le tenemos tanto miedo a carecer de significado y propósito, que buscamos justificar nuestra existencia a través de la religión aunque con ello nos llevemos la lógica por delante. Porque nos es más importante el sentido que la razón.
El miedo es algo que rige nuestras vidas. El miedo a no tener a nadie que te proteja. El miedo a tener que decidir por ti mismo y equivocarte, y no tener a nadie a quien culpar excepto a ti mismo. El miedo a qué hacer, hasta donde llegar, y que todo lo que crees pueda estar equivocado.
Pero nada de esto me hace ser un cínico, o estar triste. Al contrario.
Porque el no tener el destino escrito, el no ser parte de un plan, nos permite elegir por nosotros mismos el significado que nosotros queramos de nuestras vidas, y decir que nuestros errores pero también nuestros logros son obra de nosotros mismos.
Yo elijo que ser feliz sea lo que le da significado a mi vida. Y eso me hace feliz.
viernes, 6 de diciembre de 2013
En qué creo como ateo (Parte 1de 2): Batman vs Joker
ateo, a.(Del lat. athĕus, y este del gr. ἄθεος).1. adj. Que niega la existencia de Dios.
Diccionario de la Lengua Española
Ser ateo no quiere decir que uno no crea en algo. Principalmente, quiere decir que uno no cree en Dios, o Dioses. Por lo general los ateos entendemos el mundo que nos rodea a través del pensamiento lógico y la ciencia, pero esta no puede explicarlo todo. No todavía al menos, y esa es la gracia. Para todo lo que la ciencia no puede explicar, todos aquellos interrogantes que hasta ahora se escapan de nuestra capacidad de comprensión, para todo lo que no tenemos evidencia y no podemos afirmar diciendo "estoy es así", no queda más remedio que decir "creo, o imagino, que esto es así". Teniendo eso en mente, ahora voy a hablar de Batman. Querido lector, téngame paciencia, voy a llegar a un punto con todo esto.
Advertencia para lectores que no son fanáticos de los superhéroes: Voy a hablar de Batman y el Joker porque asumo que aunque usted no lea comics, quizás no juegue videojuegos y tal vez no guste particularmente del cine de acción y superhéroes, sabe al menos de quiénes estoy hablando y con eso es suficiente para entender el resto.
Advertencia para lectores que sí son fanáticos de Batman: No soy un gran fan de DC Comics y no he leído ni un 5% de todo lo que hay sobre Batman. Si he visto las películas y he terminado la mayoría de los juegos y esta reflexión descansa particularmente sobre uno en concreto. Así que si digo alguna barbaridad producto de la ignorancia, pido disculpas por adelantado.
Hace poco terminé un juego llamado Batman Arkham Origins. Dejando de lado que es mucho mejor que la mayoría de las películas que se han hecho sobre el personaje, hay una escena en particular que me pareció destacable. Narra un momento de la historia en el cual Batman conoce por primera vez al Joker, y durante el primer enfrentamiento que tienen una explosión lanza al Joker desde el tejado de un edificio. Batman, que tiene por regla no matar o dejar morir a nadie, se lanza tras el para salvarlo. La policía, que tampoco sabe quién es Batman, asume que este es cómplice del Joker, pero el espectador y el mismo Joker sabe que no es así. Batman lo salvó de la muerte y el Joker no puede soportarlo. No porque quisiera morir, sino porque un hecho altruista como ese no cabe en su mundo. El origen del Joker siempre ha sido misterioso y según el mismo personaje, de respuesta múltiple, pero todas las versiones tienen en común algo, al Joker le sucedió algo horrrible en el pasado, y quedó así. Y lo mismo le pasó a Batman.
Empezando en el minuto 01:00 hasta el 03:24 comienza la escena que acabo de describir (Audio y subtítulos en inglés). Después, desde el minuto 04:00 hasta el final, explica su visión del mundo y lo que Batman pasa a significar para él.
El Joker es un personaje que fue víctima de la crueldad y el horror del mundo, y ante ello encontró refugio y consuelo en la locura como la única posible respuesta al caos y el terror del mundo real, la única forma de reaccionar cuando te pasa algo tan terrible que te destruye, obligándote a empezar de nuevo. El Joker enfrenta la frialdad del mundo entregándose a la locura por completo, decide sumergirse y pasar a formar parte del nihilismo caótico, de una existencia sin razón, se convierte en un agente más de la destrucción y el dolor encontrando alivio y placer en ello.
Batman sufrió algo similar en su infancia, pero su reacción fue distinta. Batman entendió que el mundo es un lugar despiadado y terrible, y ante la desgracia y el trauma decide él mismo transformarse en un icono de justicia, también de despersonaliza para convertirse en una idea y no en un hombre, y la idea de crear justicia donde sólo existe la corrupción y el caos consume toda su existencia. El Joker queda fascinado y herido, casi insultado al ver que existía otra opción, otro camino que tomar ante el dolor y que él tomó el camino más fácil mientras que Batman tomó el más difícil. Ante esto, decide atacarlo una y otra vez sólo para lograr que Batman se rebaje a su nivel, quiere que se vuelva loco para así no sentirse tan sólo y miserable, para no sentirse inferior.
No sólo no creo que exista Dios, sino que tampoco creo que las cosas sucedan por una razón. No creo que haya vida después de la muerte, que haya otro mundo u otras vidas después de esto o que seamos algo más que una máquina biológica que eventualmente se apaga. Creo que nosotros, como humanos, tenemos la tendencia y necesidad de encontrar una explicación a todo lo que sucede porque la idea de que las cosas simplemente pasen por que sí significaría que el universo es un lugar inhóspito y cruel, que no existe retribución por el bien o le mal y que los acontecimientos se desarrollan al azar sin que nosotros tengamos ningún tipo de control.
Yo sí creo que el universo es así, y ante ello prefiero intentar ser Batman en lugar del Joker. Prefiero intentar hacer del mundo un lugar mejor tratando bien a la gente que encuentro, ayudando a quienes lo necesitan y comportándome de manera correcta, en lugar de contribuir al caos y la destrucción, con la excusa de que "si todos los demás lo hacen por qué no debo hacerlo yo".
jueves, 28 de noviembre de 2013
La Tiranía de lo Normal
Es un poco difícil escribir sobre ser diferente sin sonar que uno está defendiéndose, o queriendo parecer más interesante y especial de lo que realmente se es, dependiendo del nivel de convencimiento. No planeo escribir sobre por qué soy distinto. Tampoco de por qué los demás son normales. Voy a escribir de cuando a uno tratan de convencerlo.
Como muchos de nosotros, durante la adolescencia pensé que el mundo real; aquello que estaba fuera del colegio y de la casa de mis padres, estaba mal. Había algo profundamente equivocado en la forma de hacer las cosas, en cómo estas estaban establecidas desde siempre. Claro que en realidad, ese "desde siempre" sólo eran algunos años, décadas como mucho, y con el paso del tiempo muchas de las cosas que pensé que estaban mal en realidad no lo estaban. Se dice que a esa edad uno quiere cambiar el mundo pero finalmente el mundo te cambia a ti, y como todos los cliché es una idea bastante equivocada, pero al mismo tiempo vagamente cierta.
Sigo creyendo que el mundo está mal, pero no en los mismos aspectos que creía de adolescente. Ya no albergo la idea de que algo pueda cambiar lo que está mal en el mundo de forma radical o revolucionaria, entre otras cosas porque ahora entiendo que como sucede con los adictos, para que el mundo cambie tendría que reconocer el problema y querer cambiar. Pero el mundo no quiere cambiar. El mundo tiene la profunda convicción de que lo está haciendo de puta madre, y nosotros, los raros, estamos mal.
Llegados a este punto, creo que es bueno precisar que cuando hablo del mundo, me refiero a la gente normal, y cuando digo que esta mal no estoy emitiendo un juicio arbitrario ni pretendo sonar como un pedante que se siente moralmente por encima de los demás. Tengo mis razones.
La sociedad, entre muchas otras cosas, está basada en una serie de ritos y convenciones comunes. La mayor parte de ellas son de lo más aceptables, como intentar no matar a los demás o estar más o menos todos despiertos durante el día para que haya silencio por las noches y poder dormir, pero hay muchas otras costumbres e ideas cotidianas profundamente arraigadas en las personas establecidas sin demasiado razonamiento y mantenidas por tradición, y cuando uno no es partícipe de ellas provoca una reacción que varía entre la necesidad de ridiculizar hasta la intolerancia usualmente reservada a asesinos seriales. Y ambos extremos forman parte del mismo instinto, atacar a quienes son diferentes.
Es bastante obvio que la sociedad no es particularmente tolerante. Gran parte de los conflictos de la historia se han desatado por diferencias religiosas o de valores, la intolerancia es la base del racismo y la homofóbia. Pero es muy distinto tener una diferencia de opiniones respecto, por ejemplo, si el aborto es algo aceptable o no, a que prefieras quedarte en casa jugando Guitar Hero en lugar de salir de fiesta en año nuevo.
El nivel de intolerancia en aspectos cotidianos es sorprendente. Y un poco violento. Hay personas que no sólo no entienden que prefiera ver un capítulo de Doctor Who a un partido de fútbol de la selección nacional, sino que además me acusan de falta de patriotismo por ello.
Me llama poderosamente la atención que la gente normal critique tanto el orgullo y el entusiasmo que los ñoños demostramos por nuestros gustos, teniendo en cuenta la frecuencia con la que aluden la nostalgia de haber perdido la inocencia de la niñez. No estoy diciendo que ser friki sea ser infantil, pero el pudor por demostrar públicamente tu pasión en la gente normal es algo exclusivamente reservado a los partidos de fútbol, la religión y las discusiones políticas, como si fueran lo único importante en la vida.
Existe noción de que si uno es ñoño, o friki, o nerd, o simplemente no te gustan las mismas cosas que el resto comparte, debes de guardarte esa pasión y no hablar de ello. Sin embargo, es perfectamente aceptable que un grupo de personas pasen horas comentando el escándalo de farándula del momento. Ojo, no quiero decir que uno sea mejor que lo otro, no estoy intentando asignar valores sino que rescatar la idea de que yo tengo que tener cuidado con lo que digo y ser respetuoso con los demás, pero si me resulta violento escuchar durante una hora lo que piensan los demás respecto a con quien se acueste una actriz, soy yo el que está mal.
Entiendo que la gente teme lo que desconoce, y por alguna retorcida razón odia lo que no comprende. Si uno se aleja de los demás y procura rodearse de gente lo menos normal posible, como yo lo he hecho, no hay problema. Puedes pasar tu vida sin mayores molestias. Actualmente el trabajar desde casa hace que todo esto sea mucho más fácil, porque por trabajo no tengo que compartir el mismo espacio por varias horas al día con personas con las que no tengo nada en común. Esto en un principio puede sonar a que intolerante con la gente normal, pero deje que le explique: me parecería intolerante si odiase a los demás por no ser como yo y se lo dijese en sus caras, día tras día, sin perder oportunidad de mencionarlo. Pero no es así. Me importa un carajo que hayan personas con gustos y tendencias distintas a las mías. Sin embargo, esto no funciona en ambos sentidos.
Cuando uno es distinto, existe en los demás una ilusión de agresión. Si no participas en lo que ellos disfrutan, automáticamente y sin preguntar asumen que te sientes superior a ellos, que piensas que lo que ellos hacen es estúpido y por extensión ellos también. No tengo muy claro si eso es porque en el fondo sienten que lo que ellos hacen es en efecto ligeramente idiota (esto se aplica particularmente a quienes tienen por placer culpable los programas de farándula), o porque piensan que lo que a ti te gusta si es idiota, que tu eres un idiota por disfrutarlo y eso les ofende. Pero invariablemente, se sienten ofendidos.
Y también sienten la necesidad de cambiarte. Si no haces lo que ellos hacen es porque hay algo malo en ti que tiene que ser solucionado a la brevedad. Si no argumentan los beneficios de sus costumbres, intentarán demostrar que estás incurriendo en una falta por no hacer lo mismo.
No se trata tanto de los gustos, sino que de las costumbres del día a día, de lo que haces o no.
Por qué no celebras navidad, por qué no sales el año nuevo, por qué no bailas, por qué no sales los fines de semana, por qué no haces asados, por qué no vas al parque, por qué lees libros, porque si ves tantas series no ves las que ven los demás, por qué te vistes siempre de negro, por qué usas camisetas con grupos de música, y un largo etcétera que se puede resumir sucintamente en "¿Por qué no puedes ser normal?".
Y todo esto teniendo en cuenta que siendo hombre estoy sujeto a muchas menos "obligaciones sociales" que, por ejemplo mi esposa, quien siendo tan ñoña como yo se tiene que defender regularmente cómo intentan forzar sobre ella la imagen de cómo debe ser una mujer en nuestro país.
Lo normal se confunde con frecuencia con lo que es bueno. Esa es la principal razón por la cual las virtudes aristotélicas se fueron dejando gradualmente de lado, porque por ejemplo si la mayoría de la gente miente, entonces la falta de honestidad se hace normal y por lo tanto deja de ser mala. Pero lo normal, no es necesariamente bueno. De la misma forma que a todo el mundo le guste lo mismo, se comporte de la misma forma y haga las mismas cosas al mismo tiempo no quiere decir que sea la única ni la mejor forma de vivir.
Porque yo no soy el que está de malas toda una semana porque su equipo perdió un partido, ni necesito prozac para encontrar razones para levantarme y ravotril para bajar las revoluciones, no necesito buscar espiritualidad en religiones de moda o libros de auto ayuda, no digo cosas como "las mujeres no hay quien las entienda" para dejar problemas de pareja sin resolver, no necesito ir todos las semanas a misa para sanar el alma ni sufro de estrés, no tengo deudas ni sufro por cosas materiales que no tengo, no necesito hablar mal de los demás para sentir que mi vida es más valiosa. No necesito alcohol ni drogas para pasarlo bien ni siento la necesidad de negar o huir de la realidad.
No es sólo la intolerancia el problema, sino que la idea de que yo estoy equivocado y ellos no. No me preocupa demostrar nada, no me interesa explicar mi opinión para convencerlos de en qué lo hago bien yo y en qué lo hacen mal ellos, principalmente porque eso me haría igual de intolerante y moralista que ellos. Lo único que podría rescatar, es que la gente normal vive abrumada de problemas, dudas, arrepentimientos, preocupada por lo que los demás piensen, con la necesidad de demostrar algo al mundo, ofendida por lo que otros dicen y molesta por lo que otros no hacen. Y yo, en mi mundo, con mi gente y mis gustos, soy feliz. Aunque la gente normal insiste en que los ñoños estamos mal.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Por qué dejé de leer El Principito
Porque El Principito es un gilipollas.
Ok, esa no es la razón por la cuál dejé de leerlo. Pero lo leí de nuevo antes de escribir esto para estar totalmente seguro de lo que quería decir, y aparte de confirmar mi hipótesis, el personaje del Principito me fue pareciendo poco a poco y en determinados momentos un auténtico gilipollas.
Sucede que hace un tiempo atrás escuché a alguien decir que cada ciertos años le gustaba leer El Principito porque cada vez que lo hacía, descubría cosas nuevas. En su momento compartí la idea, aunque en mi caso personal El Principito no resultó ser una fuente periódica de enseñanzas comparable con La Historia Interminable, de Michael Ende.
Mucha gente conoció el libro por la película, lo cual es un poco triste porque les hace suponer que el libro es para niños, y que no es gran cosa. La Historia Interminable es, a grueso modo, El Principito en 300 páginas. Con muchas más historias, y muchas más enseñanzas. Tenía unos 10 años cuando lo leí por primera vez, y todavía recuerdo lo satisfecho que estaba conmigo mismo por haberme terminado un libro de tantas páginas, porque a esa edad y cuando se es un principiante en la lectura, uno se fija en esas cosas. La última vez que lo releí fue hace algunos meses, y con bastante tristeza al terminarlo me di cuenta de que ya no tenía nada que aprender de él.
Es cierto que después de tantos años me sé de memoria gran parte del libro, lo sé. Eso ya me había pasado antes; en cada relectura me encontraba con pasajes que conocía bien, pero siempre me sorprendía con algo que había olvidado. Excepto la última vez. Es un poco triste porque ya no voy a disfrutar del libro de la misma forma, aunque por otro lado el hecho de que ya no tenga nada que aprender de él me da otra satisfacción; que ya estoy lo suficientemente crecido.
Voy a volver al Principito en un momento, pero debo aclarar algo antes. Cuando digo que ya estoy lo suficientemente crecido, creo que es muy importante diferenciarlo de la idea de hacerse adulto y volverse gris. Ese concepto viene de otro libro de Michael Ende, Momo, donde los hombres de gris son una metáfora de personas de negocios frías e impersonales que han perdido la capacidad de vivir. Durante años se ha creído que hacerse mayor significa en transformarse en alguien serio y grave, pero pienso que están equivocados. Aunque esa es otra historia y debe de ser contada en otra ocasión.
Volviendo al tema; lo mismo que a mi me sucedía con La Historia Interminable, la necesidad de la relectura para volver a descubrir enseñanzas espirituales que habían sido olvidadas, perdidas dentro del ajetreo de la vida diaria, es la misma necesidad que a muchas más personas les pasa con El Principito, y de ahí que uno escuche eso de que cada cierto tiempo lo leen otra vez.
Acabo de releer El Principito, y sin ánimo de ofender: si todavía a estas alturas de la vida tienes que releer El Principito para recordar enseñanzas que se te puedan haber olvidado en el camino, la cosa es grave.
El Principito es un libro maravilloso y creo que es muy importante en la vida de no sólo un lector, sino que de cualquier persona. Pero no tiene una sabiduría eterna.
Son varios los temas que trata El Principito. Principalmente, está la idea de que "lo esencial es invisible a los ojos", pero además habla de la imaginación (y la triste noción de que es algo que se pierde con los años), la capacidad de ver las cosas desde otro punto de vista, las absurdas convenciones del mundo adulto (como que a uno le juzguen por la ropa y no por quién es), incluso tiene un excelente capítulo que habla de lo abstracto del sistema económico y lo absurdo que es cuando se le mira desde afuera.
En cierto momento se hace la metáfora bastante clara de las mujeres como rosas, y llegados a este punto me resultó bastante fastidioso que la mujer sea retratada como un ser vanidoso y egocéntrico, que busca llamar la atención y usa artimañas pasivo agresivas para dominar a los hombres, y que su única forma de expresar afecto es esperar que sea el hombre quien descubra el sentido de sus actos y él se adapta a ellos, adivinando sus intenciones. La única referencia femenina de todo el puto libro es la perpetuación de un cliché machista, aunque entiendo que es algo propio de la época que vivió el autor, al igual que la noción de perder la imaginación con la edad.
Poco después de que El Principito reflexiona sobre lo superficial que son los valores del hombre de negocios se encuentra con un trabajador, un farolero, encerrado en la misma rutina absurda de seguir leyes sin sentido de forma ciega, pero le parece que eso es mejor porque el tipo hace algo concreto y no material, lo que me sonó mucho a eso de que el trabajo dignifica y que las clases bajas tienen cierta superioridad moral por encima del empresario.
Hacia el final del libro, en un momento levemente perturbador en el que El Principito básicamente va a cometer suicidio para volver a casa, este se asegura de que el piloto que lo encuentra entienda bien todo lo angustiado y triste que está obligado a sentirse cuando el ya no esté, en un giro de drama queen notable.
Obviamente lo que uno más recuerda es la historia del zorro. La idea de que los hombres desperdician su vida en cosas sin sentido en lugar de fijarse en lo esencial y todo eso resulta realmente esclarecedor, pero si a estas alturas de la vida no lo tienes claro, deberías hacerte ver.
No es solamente el Principito el que te enseña eso. Son miles las historias en forma de película, libro o serie de televisión, abarcando géneros desde el romanticismo hasta la ciencia ficción, intentan explicar más o menos el mismo mensaje. Lo importante que son las emociones, detenerse a oler las rosas, como perdemos de vista las cosas que realmente valen la pena, y un largo etcétera que a estas alturas se están transformando en cliché por su repetición incesante. Aunque como todos los cliché, existen porque son reales. Uno puede entender que la generación de nuestros padres hayan crecido con una variada colección de traumas emocionales porque fueron personas a quienes jamás les enseñaron a examinar sus sentimientos, a cuestionar la autoridad, o buscar su lugar en el mundo, que existía más de una forma de llevar tu vida, y todas las otras cosas que nosotros deberíamos tener más que claro siendo una generación que creció pegada a al tele y el cine.
En fin, no quiero decir que sea estúpido encontrar cosas valiosas en El Principito aún. Es sólo que en mi opinión, ya no debería ser una sorpresa y no porque uno se haya transformado en uno de los aburridos adultos que habla el libro, sino porque ya estamos pasado de ese punto emocional como generación.
El último capítulo resulta un poco gracioso por lo demás. El tipo se pregunta qué habrá sido del Principito, de la misma forma en la que uno puede preguntarse qué ha sido de la gente que has conocido y que te han marcado en la vida, pero que después han desaparecido. Es un interrogante nostálgico y romántico, o al menos lo era. Ahora uno tiene Facebook para eso.
Ok, esa no es la razón por la cuál dejé de leerlo. Pero lo leí de nuevo antes de escribir esto para estar totalmente seguro de lo que quería decir, y aparte de confirmar mi hipótesis, el personaje del Principito me fue pareciendo poco a poco y en determinados momentos un auténtico gilipollas.
Sucede que hace un tiempo atrás escuché a alguien decir que cada ciertos años le gustaba leer El Principito porque cada vez que lo hacía, descubría cosas nuevas. En su momento compartí la idea, aunque en mi caso personal El Principito no resultó ser una fuente periódica de enseñanzas comparable con La Historia Interminable, de Michael Ende.
Mucha gente conoció el libro por la película, lo cual es un poco triste porque les hace suponer que el libro es para niños, y que no es gran cosa. La Historia Interminable es, a grueso modo, El Principito en 300 páginas. Con muchas más historias, y muchas más enseñanzas. Tenía unos 10 años cuando lo leí por primera vez, y todavía recuerdo lo satisfecho que estaba conmigo mismo por haberme terminado un libro de tantas páginas, porque a esa edad y cuando se es un principiante en la lectura, uno se fija en esas cosas. La última vez que lo releí fue hace algunos meses, y con bastante tristeza al terminarlo me di cuenta de que ya no tenía nada que aprender de él.
Es cierto que después de tantos años me sé de memoria gran parte del libro, lo sé. Eso ya me había pasado antes; en cada relectura me encontraba con pasajes que conocía bien, pero siempre me sorprendía con algo que había olvidado. Excepto la última vez. Es un poco triste porque ya no voy a disfrutar del libro de la misma forma, aunque por otro lado el hecho de que ya no tenga nada que aprender de él me da otra satisfacción; que ya estoy lo suficientemente crecido.
Voy a volver al Principito en un momento, pero debo aclarar algo antes. Cuando digo que ya estoy lo suficientemente crecido, creo que es muy importante diferenciarlo de la idea de hacerse adulto y volverse gris. Ese concepto viene de otro libro de Michael Ende, Momo, donde los hombres de gris son una metáfora de personas de negocios frías e impersonales que han perdido la capacidad de vivir. Durante años se ha creído que hacerse mayor significa en transformarse en alguien serio y grave, pero pienso que están equivocados. Aunque esa es otra historia y debe de ser contada en otra ocasión.
Volviendo al tema; lo mismo que a mi me sucedía con La Historia Interminable, la necesidad de la relectura para volver a descubrir enseñanzas espirituales que habían sido olvidadas, perdidas dentro del ajetreo de la vida diaria, es la misma necesidad que a muchas más personas les pasa con El Principito, y de ahí que uno escuche eso de que cada cierto tiempo lo leen otra vez.
Acabo de releer El Principito, y sin ánimo de ofender: si todavía a estas alturas de la vida tienes que releer El Principito para recordar enseñanzas que se te puedan haber olvidado en el camino, la cosa es grave.
El Principito es un libro maravilloso y creo que es muy importante en la vida de no sólo un lector, sino que de cualquier persona. Pero no tiene una sabiduría eterna.
Son varios los temas que trata El Principito. Principalmente, está la idea de que "lo esencial es invisible a los ojos", pero además habla de la imaginación (y la triste noción de que es algo que se pierde con los años), la capacidad de ver las cosas desde otro punto de vista, las absurdas convenciones del mundo adulto (como que a uno le juzguen por la ropa y no por quién es), incluso tiene un excelente capítulo que habla de lo abstracto del sistema económico y lo absurdo que es cuando se le mira desde afuera.
En cierto momento se hace la metáfora bastante clara de las mujeres como rosas, y llegados a este punto me resultó bastante fastidioso que la mujer sea retratada como un ser vanidoso y egocéntrico, que busca llamar la atención y usa artimañas pasivo agresivas para dominar a los hombres, y que su única forma de expresar afecto es esperar que sea el hombre quien descubra el sentido de sus actos y él se adapta a ellos, adivinando sus intenciones. La única referencia femenina de todo el puto libro es la perpetuación de un cliché machista, aunque entiendo que es algo propio de la época que vivió el autor, al igual que la noción de perder la imaginación con la edad.
Poco después de que El Principito reflexiona sobre lo superficial que son los valores del hombre de negocios se encuentra con un trabajador, un farolero, encerrado en la misma rutina absurda de seguir leyes sin sentido de forma ciega, pero le parece que eso es mejor porque el tipo hace algo concreto y no material, lo que me sonó mucho a eso de que el trabajo dignifica y que las clases bajas tienen cierta superioridad moral por encima del empresario.
Hacia el final del libro, en un momento levemente perturbador en el que El Principito básicamente va a cometer suicidio para volver a casa, este se asegura de que el piloto que lo encuentra entienda bien todo lo angustiado y triste que está obligado a sentirse cuando el ya no esté, en un giro de drama queen notable.
Obviamente lo que uno más recuerda es la historia del zorro. La idea de que los hombres desperdician su vida en cosas sin sentido en lugar de fijarse en lo esencial y todo eso resulta realmente esclarecedor, pero si a estas alturas de la vida no lo tienes claro, deberías hacerte ver.
No es solamente el Principito el que te enseña eso. Son miles las historias en forma de película, libro o serie de televisión, abarcando géneros desde el romanticismo hasta la ciencia ficción, intentan explicar más o menos el mismo mensaje. Lo importante que son las emociones, detenerse a oler las rosas, como perdemos de vista las cosas que realmente valen la pena, y un largo etcétera que a estas alturas se están transformando en cliché por su repetición incesante. Aunque como todos los cliché, existen porque son reales. Uno puede entender que la generación de nuestros padres hayan crecido con una variada colección de traumas emocionales porque fueron personas a quienes jamás les enseñaron a examinar sus sentimientos, a cuestionar la autoridad, o buscar su lugar en el mundo, que existía más de una forma de llevar tu vida, y todas las otras cosas que nosotros deberíamos tener más que claro siendo una generación que creció pegada a al tele y el cine.
En fin, no quiero decir que sea estúpido encontrar cosas valiosas en El Principito aún. Es sólo que en mi opinión, ya no debería ser una sorpresa y no porque uno se haya transformado en uno de los aburridos adultos que habla el libro, sino porque ya estamos pasado de ese punto emocional como generación.
El último capítulo resulta un poco gracioso por lo demás. El tipo se pregunta qué habrá sido del Principito, de la misma forma en la que uno puede preguntarse qué ha sido de la gente que has conocido y que te han marcado en la vida, pero que después han desaparecido. Es un interrogante nostálgico y romántico, o al menos lo era. Ahora uno tiene Facebook para eso.
sábado, 16 de noviembre de 2013
Quien sea que gane, nosotros perdemos
No voy a ir a votar.
No es porque no crea en la democracia, o no valore el derecho a voto o no respete a quienes lucharon y murieron por tener ese derecho.
No es porque no me interese la política o porque no sea capaz de entender la relevancia que tiene en el día a día. Frecuentemente uno escucha decir "da lo mismo quien salga presidente, el lunes tengo que ir a trabajar igual", lo cual siempre me ha parecido un poco idiota. Aunque si hay personas que no van a trabajar dependiendo quien salga de presidente, la fauna de zánganos que siempre revolotea alrededor de los partidos y los familiares que terminan disfrutando del nepotismo rampante que caracteriza el sistema democrático.
Aunque es cierto que ya no sigo la política con la misma frecuencia de antes; últimamente no puedo sacudirme la sensación de que interesarse en la política es un ejercicio fútil. Te da la sensación de estar más informado y por eso preocuparte más, pero no vas a cambiar nada tu sólo. Toda esa información tampoco sirve para mucho más que para las discusiones acaloradas con otras personas, conversaciones que tampoco cambian nada porque la gente que se apasiona por la política, y esto es algo que también empiezo poco a poco a darme cuenta es muy parecida a los fanáticos religiosos. O los futboleros. Existe una cierta tendencia, muy agudizada por los medios y perpetuada por el público, a poner al candidato de su preferencia en un pedestal, y pretender otorgarle un estatus santificado en el cual el personaje es alguien moralmente superior, alguien que siempre tiene la razón y jamás se ha equivocado, que han llevado una vida ejemplar y consecuente. Y cada hecho y dato que no encaja en esa visión es atacado con furia ciega e irracional.
No voy a votar porque no me importa quien gane. No creo que ninguno de los candidatos vaya a hacer un cambio importante o significativo. Y si bien existe siempre la idea de votar por el mal menor, veo a los candidatos y todos me parecen exactamente igual de peligrosos.
Todo esto tiene mucho que ver con estar saliendo de un gobierno de derecha, el primero en 30 años después de la dictadura. Las cosas no fueron particularmente diferentes. Tuvimos más manifestaciones, el gobierno intentó dar más poder a la policía y la institución dio varios pasos atrás con respecto a su operar en los tiempos de Bernales, y aún así nunca lograron neutralizar a los radicales que aprovechaban las manifestaciones para destruir. Probablemente, porque les convenía su existencia; cuanto más fácil sea demonizar las manifestaciones, más credibilidad pierden ante la opinión pública. El gobierno de derecha, que se suponía que podía tener más mano dura con los criminales, terminó no haciendo anda. Incluso los indices de delincuencia subieron en este período, ni siquiera para eso sirvieron.
Por eso, no creo que exista mucha diferencia entre ninguno de los dos candidatos de los grandes bloques políticos. Ambos van a hacer básicamente lo mismo, van a tomar las mismas decisiones que favorecen a los empresarios más que al resto del país, van a seguir vendiendo los recursos a los extranjeros porque les interesa la plata inmediata (que va a parar a sus bolsillos) en lugar del desarrollo del país a largo plazo.
Cualquiera de los dos va a pasar los 4 años de periodo presidencial culpando al gobierno anterior, y eso es lo único positivo que le veo a la idea de tener un gobierno alternante. Se odian tanto, que los motiva a fiscalizar e investigar las acciones de sus enemigos y eso permite que tengamos un gobierno un poco menos corrupto e impune que en otros países. El día en que se logren poner de acuerdo y dejen de odiarse, vamos a cagar todos.
Y después está la manga de independientes, que hacen campaña presidencial porque es rentable (el dinero que obtienen en donaciones para gastos de campaña va a empresas de amigos y familiares que realizan el trabajo) y porque les da suficiente fama para después poder tirarse a puestos menores y mucho más posibles de ganar, como alcaldías o puestos en el Congreso, teniendo ventaja por sobre aquellos que se quedaron dentro de su partido trabajando para alguien más.
Porque en el absolutamente teórico caso que uno de ellos salga elegido Presidente, tendría el peor período de gobierno de la historia; cuatro años enfrentándose a los dos bloques políticos, teniendo que decantarse por uno de ellos para hacer algo. El sistema bicameral otorga poder perpetuo a los diputados y senadores. Esos son los que pueden hacer algo, no los independientes.
Quizás algún día salga un candidato que me merezca cierto respeto y apoyo, a quien le crea sus promesas. Lamentablemente siempre están asociados a uno u otro partido, lleno de personajes que pasarían a formar parte del gobierno como ministros o asesores. Y ambos partidos están repletos de gente que me parece absolutamente despreciable.
Por supuesto, algunas personas están en todo su derecho a decirme que si no voto, no me puedo quejar. Pero eso no es cierto. Puedo quejarme porque voy a estar en contra del gobierno sin importar el candidato que salga.
No es porque no crea en la democracia, o no valore el derecho a voto o no respete a quienes lucharon y murieron por tener ese derecho.
No es porque no me interese la política o porque no sea capaz de entender la relevancia que tiene en el día a día. Frecuentemente uno escucha decir "da lo mismo quien salga presidente, el lunes tengo que ir a trabajar igual", lo cual siempre me ha parecido un poco idiota. Aunque si hay personas que no van a trabajar dependiendo quien salga de presidente, la fauna de zánganos que siempre revolotea alrededor de los partidos y los familiares que terminan disfrutando del nepotismo rampante que caracteriza el sistema democrático.
Aunque es cierto que ya no sigo la política con la misma frecuencia de antes; últimamente no puedo sacudirme la sensación de que interesarse en la política es un ejercicio fútil. Te da la sensación de estar más informado y por eso preocuparte más, pero no vas a cambiar nada tu sólo. Toda esa información tampoco sirve para mucho más que para las discusiones acaloradas con otras personas, conversaciones que tampoco cambian nada porque la gente que se apasiona por la política, y esto es algo que también empiezo poco a poco a darme cuenta es muy parecida a los fanáticos religiosos. O los futboleros. Existe una cierta tendencia, muy agudizada por los medios y perpetuada por el público, a poner al candidato de su preferencia en un pedestal, y pretender otorgarle un estatus santificado en el cual el personaje es alguien moralmente superior, alguien que siempre tiene la razón y jamás se ha equivocado, que han llevado una vida ejemplar y consecuente. Y cada hecho y dato que no encaja en esa visión es atacado con furia ciega e irracional.
No voy a votar porque no me importa quien gane. No creo que ninguno de los candidatos vaya a hacer un cambio importante o significativo. Y si bien existe siempre la idea de votar por el mal menor, veo a los candidatos y todos me parecen exactamente igual de peligrosos.
Todo esto tiene mucho que ver con estar saliendo de un gobierno de derecha, el primero en 30 años después de la dictadura. Las cosas no fueron particularmente diferentes. Tuvimos más manifestaciones, el gobierno intentó dar más poder a la policía y la institución dio varios pasos atrás con respecto a su operar en los tiempos de Bernales, y aún así nunca lograron neutralizar a los radicales que aprovechaban las manifestaciones para destruir. Probablemente, porque les convenía su existencia; cuanto más fácil sea demonizar las manifestaciones, más credibilidad pierden ante la opinión pública. El gobierno de derecha, que se suponía que podía tener más mano dura con los criminales, terminó no haciendo anda. Incluso los indices de delincuencia subieron en este período, ni siquiera para eso sirvieron.
Por eso, no creo que exista mucha diferencia entre ninguno de los dos candidatos de los grandes bloques políticos. Ambos van a hacer básicamente lo mismo, van a tomar las mismas decisiones que favorecen a los empresarios más que al resto del país, van a seguir vendiendo los recursos a los extranjeros porque les interesa la plata inmediata (que va a parar a sus bolsillos) en lugar del desarrollo del país a largo plazo.
Cualquiera de los dos va a pasar los 4 años de periodo presidencial culpando al gobierno anterior, y eso es lo único positivo que le veo a la idea de tener un gobierno alternante. Se odian tanto, que los motiva a fiscalizar e investigar las acciones de sus enemigos y eso permite que tengamos un gobierno un poco menos corrupto e impune que en otros países. El día en que se logren poner de acuerdo y dejen de odiarse, vamos a cagar todos.
Y después está la manga de independientes, que hacen campaña presidencial porque es rentable (el dinero que obtienen en donaciones para gastos de campaña va a empresas de amigos y familiares que realizan el trabajo) y porque les da suficiente fama para después poder tirarse a puestos menores y mucho más posibles de ganar, como alcaldías o puestos en el Congreso, teniendo ventaja por sobre aquellos que se quedaron dentro de su partido trabajando para alguien más.
Porque en el absolutamente teórico caso que uno de ellos salga elegido Presidente, tendría el peor período de gobierno de la historia; cuatro años enfrentándose a los dos bloques políticos, teniendo que decantarse por uno de ellos para hacer algo. El sistema bicameral otorga poder perpetuo a los diputados y senadores. Esos son los que pueden hacer algo, no los independientes.
Quizás algún día salga un candidato que me merezca cierto respeto y apoyo, a quien le crea sus promesas. Lamentablemente siempre están asociados a uno u otro partido, lleno de personajes que pasarían a formar parte del gobierno como ministros o asesores. Y ambos partidos están repletos de gente que me parece absolutamente despreciable.
Por supuesto, algunas personas están en todo su derecho a decirme que si no voto, no me puedo quejar. Pero eso no es cierto. Puedo quejarme porque voy a estar en contra del gobierno sin importar el candidato que salga.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Vienen a vender, no a estimular
Esta semana tenía pensado escribir sobre otra cosa. Hasta había preparado un borrador el cual estaba retocando pero que no me terminaba de convencer. Entonces, vi el nuevo trailer de Robocop. Y preferí escribir sobre eso.
Pero no voy a hablar de Robocop.
O sea, para ser más específico: no voy a hablar de lo terrible que son los remakes, porque realmente no me parecen terribles. Sé que hay gente que se quejan de que te caguen tu franquicia favorita con un remake o reboot o lo que sea, pero cuando uno es lector de comics esas cosas no le afectan tanto. Y por lo demás, no hacen mierda la película, el libro, el comic, el juego o la serie original. Siguen estando allí, y tu las puedes ver cuando quieras. Es más, creo que el simple hecho de que el remake no quede a la altura del original a nuestros ojos, nos da a entender dos cosas:
Primero: uno nunca puede volver a casa. Cuando algo termina, es definitivo. Todo intento de volver va a ser algo distinto y siempre tiene cierto dejo a insatisfacción.
Segundo: el remake no está hecho para ti, sino que está dirigido a una audiencia nueva. La misma audiencia que, probablemente, no va a disfrutar del original porque no es un producto de su tiempo.
Ok, está bien, terminé hablando sobre los remakes. Pero prometo que no era mi punto.
La película original de Robocop me parece una fucking obra de arte. Para mi gusto, lo único bueno que tuvo la época de los 80 fue el cine. Sobretodo el cine de ciencia ficción. Creo que tiene mucho que ver conque en esa época los productores se interesaban más en vender y sorprender al público y lanzaban películas que provocaban controversia. Robocop no es solamente una película violenta, es perturbadora. La pandilla que mata al protagonista es la maldad encarnada, los comerciales que van apareciendo a lo largo de la película muestran un futuro siniestro y brutal, y lo hace con una naturalidad, mostrando algo tan cotidiano, que termina siendo aún más espeluznante. Y en ese mundo tan lúgubre y angustiante, se alza la figura de Robocop. Las implicancias y simbolismo religioso de la película es algo que el mismo director, Paul Verhoeven, quiso introducir explícitamente. El salvador de la humanidad, un producto corporativo que se rebela ante la inhumanidad de sus creadores aún habiendo perdido la suya propia, y se pone de nuestro lado ante el crimen, tanto el de cuchillo como el de corbata.
No tengo ni idea de cómo es el remake porque obviamente no lo he visto. Pero uno puede juzgar por el tono que han tenido otros remakes durante el último tiempo, son entretenidos, pero no sorprenden. Y el problema no es que sean remakes. Prácticamente todo lo es, y si ni me cree vea la serie "Everything is a Remix" porque no se salva ni Dios. No, la idea de que sólo lo que vimos en nuestra adolescencia es original y todo lo nuevo es pura basura es muy triste y peligrosa: usted no se da cuenta, pero empieza a sonar igual que sus abuelos cuando se quejaban.
El problema es la falta de cojones. El cine de Hollywood sigue siendo igual de comercial que lo era en nuestra infancia. Todo se sigue haciendo con la esperanza de vender. El problema ahora es que además intenta ser políticamente correcto con la esperanza de no ofender ni escandalizar a nadie. Es por eso que los remakes se ven tan vacíos y aburridos. No es porque falten ideas nuevas. Con todo lo que pasa en el mundo actualmente, con gobiernos cada vez más totalitarios, un acceso a la información sin precedentes pero a la vez incomprensiblemente ignorante, hay elementos para hacer ciencia ficción controversial e intelectualmente estimulante en lugar de distopías políticamente correctas y estéticamente hermosas.
Pero no voy a hablar de Robocop.
O sea, para ser más específico: no voy a hablar de lo terrible que son los remakes, porque realmente no me parecen terribles. Sé que hay gente que se quejan de que te caguen tu franquicia favorita con un remake o reboot o lo que sea, pero cuando uno es lector de comics esas cosas no le afectan tanto. Y por lo demás, no hacen mierda la película, el libro, el comic, el juego o la serie original. Siguen estando allí, y tu las puedes ver cuando quieras. Es más, creo que el simple hecho de que el remake no quede a la altura del original a nuestros ojos, nos da a entender dos cosas:
Primero: uno nunca puede volver a casa. Cuando algo termina, es definitivo. Todo intento de volver va a ser algo distinto y siempre tiene cierto dejo a insatisfacción.
Segundo: el remake no está hecho para ti, sino que está dirigido a una audiencia nueva. La misma audiencia que, probablemente, no va a disfrutar del original porque no es un producto de su tiempo.
Ok, está bien, terminé hablando sobre los remakes. Pero prometo que no era mi punto.
La película original de Robocop me parece una fucking obra de arte. Para mi gusto, lo único bueno que tuvo la época de los 80 fue el cine. Sobretodo el cine de ciencia ficción. Creo que tiene mucho que ver conque en esa época los productores se interesaban más en vender y sorprender al público y lanzaban películas que provocaban controversia. Robocop no es solamente una película violenta, es perturbadora. La pandilla que mata al protagonista es la maldad encarnada, los comerciales que van apareciendo a lo largo de la película muestran un futuro siniestro y brutal, y lo hace con una naturalidad, mostrando algo tan cotidiano, que termina siendo aún más espeluznante. Y en ese mundo tan lúgubre y angustiante, se alza la figura de Robocop. Las implicancias y simbolismo religioso de la película es algo que el mismo director, Paul Verhoeven, quiso introducir explícitamente. El salvador de la humanidad, un producto corporativo que se rebela ante la inhumanidad de sus creadores aún habiendo perdido la suya propia, y se pone de nuestro lado ante el crimen, tanto el de cuchillo como el de corbata.
No tengo ni idea de cómo es el remake porque obviamente no lo he visto. Pero uno puede juzgar por el tono que han tenido otros remakes durante el último tiempo, son entretenidos, pero no sorprenden. Y el problema no es que sean remakes. Prácticamente todo lo es, y si ni me cree vea la serie "Everything is a Remix" porque no se salva ni Dios. No, la idea de que sólo lo que vimos en nuestra adolescencia es original y todo lo nuevo es pura basura es muy triste y peligrosa: usted no se da cuenta, pero empieza a sonar igual que sus abuelos cuando se quejaban.
El problema es la falta de cojones. El cine de Hollywood sigue siendo igual de comercial que lo era en nuestra infancia. Todo se sigue haciendo con la esperanza de vender. El problema ahora es que además intenta ser políticamente correcto con la esperanza de no ofender ni escandalizar a nadie. Es por eso que los remakes se ven tan vacíos y aburridos. No es porque falten ideas nuevas. Con todo lo que pasa en el mundo actualmente, con gobiernos cada vez más totalitarios, un acceso a la información sin precedentes pero a la vez incomprensiblemente ignorante, hay elementos para hacer ciencia ficción controversial e intelectualmente estimulante en lugar de distopías políticamente correctas y estéticamente hermosas.
jueves, 31 de octubre de 2013
Día de Todos Los Santos, Noche de Todos los muertos
Esta mañana me encontré con este video y al verlo se me ocurrieron 3 cosas. La primera, fue una reflexión corta sobre Metallica, la segunda, fue que debería escribir esa reflexión corta porque cuando más pensaba en ella menos corta se hacía. Y la tercera, es que al intentar compartir el video en Blogger me dijo que no tenía una blog asociado a la cuenta, y eso es por que mi viejo blog lo empecé con mi otro correo. Entonces se me ocurrió que podía ser una buena idea empezar algo desde cero.
Segundos después una voz en la parte de atrás de mi cerebro (la suelo imaginar sentada en un sofá rojo, comiendo palomitas de maíz y soltando comentarios sarcásticos sobre todo lo que hago, particularmente escribir) me dijo "excelente idea, total, sólo tienes dos blogs que no has actualizado en años así que qué más da añadir un tercero". Decidí ignorar sumariamente dicha voz. Como siempre.
Ya no escucho tanta música como lo hacía cuando era adolescente. No se trata solamente de que ya no camino ni tomo locomoción colectiva para moverme por la ciudad, ya que trabajo desde casa y las pocas veces que salgo lo hago en el ñoñomóvil. Tiene mucho que ver con que la música en cierto momento de mi formación fue una necesidad imperiosa, una forma de poder interpretar y sobrellevar el mundo, un lugar donde refugiarme y recuperar energía, una fuente de fuerza e identidad. Ahora que ya estoy levemente más viejo, la música sigue siendo importante, hay canciones que me hacen sentir más vivo que en otros momentos, pero también pasó a ser una especie de álbum de fotos sónico, de recuerdos viejos pero también nuevos asociados a bandas y canciones que he descubierto con el tiempo (a menudo gracias a mi mujer), porque si a los 33 te quedaste pegado con la música de tu adolescencia y nunca escuchaste nada nuevo, temo decirte que ya estás un poco muerto por dentro.
Eso si, ahora, voy a pasar a hablar sobre una banda que no tiene nada de nueva, que escuché incesantemente durante mi adolescencia y encima la canción es casi más vieja que yo. Porque no ando con ganas de ser consecuente.
Segundos después una voz en la parte de atrás de mi cerebro (la suelo imaginar sentada en un sofá rojo, comiendo palomitas de maíz y soltando comentarios sarcásticos sobre todo lo que hago, particularmente escribir) me dijo "excelente idea, total, sólo tienes dos blogs que no has actualizado en años así que qué más da añadir un tercero". Decidí ignorar sumariamente dicha voz. Como siempre.
Ya no escucho tanta música como lo hacía cuando era adolescente. No se trata solamente de que ya no camino ni tomo locomoción colectiva para moverme por la ciudad, ya que trabajo desde casa y las pocas veces que salgo lo hago en el ñoñomóvil. Tiene mucho que ver con que la música en cierto momento de mi formación fue una necesidad imperiosa, una forma de poder interpretar y sobrellevar el mundo, un lugar donde refugiarme y recuperar energía, una fuente de fuerza e identidad. Ahora que ya estoy levemente más viejo, la música sigue siendo importante, hay canciones que me hacen sentir más vivo que en otros momentos, pero también pasó a ser una especie de álbum de fotos sónico, de recuerdos viejos pero también nuevos asociados a bandas y canciones que he descubierto con el tiempo (a menudo gracias a mi mujer), porque si a los 33 te quedaste pegado con la música de tu adolescencia y nunca escuchaste nada nuevo, temo decirte que ya estás un poco muerto por dentro.
Eso si, ahora, voy a pasar a hablar sobre una banda que no tiene nada de nueva, que escuché incesantemente durante mi adolescencia y encima la canción es casi más vieja que yo. Porque no ando con ganas de ser consecuente.
He visto a Metallica sólo dos veces en vivo y muchas veces en streaming o en bootlegs de conciertos en otros lugares del mundo. Siempre me fijo en el público, y recién hoy me di cuenta de lo raro que es. Son personas que nunca he visto en mi vida y que probablemente nunca veré, y sin embargo tenemos algo en común. No compartimos ni el idioma ni la cultura, y sin embargo tengo con ellos algo en común que no tengo ni con la mitad de la población de mi propio país.
En cuanto a Metallica, exceptuando lo de las máscaras por lo general su dinámica con el público es más o menos la misma. Y no es algo que sólo hagan ellos, prácticamente todo el mundo lo hace. Algunas personas piensan que eso hace que la honestidad del músico al decir "we love you" o "you are the best crowd ever" no termine de ser particularmente creíble, lo que no deja de ser cierto. Por otro lado, cuando bandas como Metallica o Iron Maiden, incluso Black Sabbath a quienes tuve el agrado de ver hace poco, dicen ese tipo de cosas, y uno sabe que son bandas que a estas alturas están haciendo giras por que realmente les gusta lo que hacen y no porque necesiten dinero, creo que uno debería darles el beneficio de la duda. Quizás sientan que cada concierto que hacen si sea el mejor que hasta ahora, quizás se contagien del entusiasmo y la pasión de una audiencia que, en muchas ocasiones, es la primera vez que puede escucharlos en vivo. Y más allá de lo que sientan o no, su público si merece sentirse especial en cada concierto. Porque durante años escuchaste los discos, quizás te compraste las poleras, incluso tuviste un poster de ellos, pero en la noche del concierto es la única oportunidad que ellos tienen de demostrar el agradecimiento por todo ello. Porque después de todo, ellos no estarían tocando todavía de no ser porque los fans seguimos comprando entradas.
P.D. El título de la entrada no tiene prácticamente nada que ver con lo que escribí a continuación. Váyanse acostumbrando.
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