Es un poco difícil escribir sobre ser diferente sin sonar que uno está defendiéndose, o queriendo parecer más interesante y especial de lo que realmente se es, dependiendo del nivel de convencimiento. No planeo escribir sobre por qué soy distinto. Tampoco de por qué los demás son normales. Voy a escribir de cuando a uno tratan de convencerlo.
Como muchos de nosotros, durante la adolescencia pensé que el mundo real; aquello que estaba fuera del colegio y de la casa de mis padres, estaba mal. Había algo profundamente equivocado en la forma de hacer las cosas, en cómo estas estaban establecidas desde siempre. Claro que en realidad, ese "desde siempre" sólo eran algunos años, décadas como mucho, y con el paso del tiempo muchas de las cosas que pensé que estaban mal en realidad no lo estaban. Se dice que a esa edad uno quiere cambiar el mundo pero finalmente el mundo te cambia a ti, y como todos los cliché es una idea bastante equivocada, pero al mismo tiempo vagamente cierta.
Sigo creyendo que el mundo está mal, pero no en los mismos aspectos que creía de adolescente. Ya no albergo la idea de que algo pueda cambiar lo que está mal en el mundo de forma radical o revolucionaria, entre otras cosas porque ahora entiendo que como sucede con los adictos, para que el mundo cambie tendría que reconocer el problema y querer cambiar. Pero el mundo no quiere cambiar. El mundo tiene la profunda convicción de que lo está haciendo de puta madre, y nosotros, los raros, estamos mal.
Llegados a este punto, creo que es bueno precisar que cuando hablo del mundo, me refiero a la gente normal, y cuando digo que esta mal no estoy emitiendo un juicio arbitrario ni pretendo sonar como un pedante que se siente moralmente por encima de los demás. Tengo mis razones.
La sociedad, entre muchas otras cosas, está basada en una serie de ritos y convenciones comunes. La mayor parte de ellas son de lo más aceptables, como intentar no matar a los demás o estar más o menos todos despiertos durante el día para que haya silencio por las noches y poder dormir, pero hay muchas otras costumbres e ideas cotidianas profundamente arraigadas en las personas establecidas sin demasiado razonamiento y mantenidas por tradición, y cuando uno no es partícipe de ellas provoca una reacción que varía entre la necesidad de ridiculizar hasta la intolerancia usualmente reservada a asesinos seriales. Y ambos extremos forman parte del mismo instinto, atacar a quienes son diferentes.
Es bastante obvio que la sociedad no es particularmente tolerante. Gran parte de los conflictos de la historia se han desatado por diferencias religiosas o de valores, la intolerancia es la base del racismo y la homofóbia. Pero es muy distinto tener una diferencia de opiniones respecto, por ejemplo, si el aborto es algo aceptable o no, a que prefieras quedarte en casa jugando Guitar Hero en lugar de salir de fiesta en año nuevo.
El nivel de intolerancia en aspectos cotidianos es sorprendente. Y un poco violento. Hay personas que no sólo no entienden que prefiera ver un capítulo de Doctor Who a un partido de fútbol de la selección nacional, sino que además me acusan de falta de patriotismo por ello.
Me llama poderosamente la atención que la gente normal critique tanto el orgullo y el entusiasmo que los ñoños demostramos por nuestros gustos, teniendo en cuenta la frecuencia con la que aluden la nostalgia de haber perdido la inocencia de la niñez. No estoy diciendo que ser friki sea ser infantil, pero el pudor por demostrar públicamente tu pasión en la gente normal es algo exclusivamente reservado a los partidos de fútbol, la religión y las discusiones políticas, como si fueran lo único importante en la vida.
Existe noción de que si uno es ñoño, o friki, o nerd, o simplemente no te gustan las mismas cosas que el resto comparte, debes de guardarte esa pasión y no hablar de ello. Sin embargo, es perfectamente aceptable que un grupo de personas pasen horas comentando el escándalo de farándula del momento. Ojo, no quiero decir que uno sea mejor que lo otro, no estoy intentando asignar valores sino que rescatar la idea de que yo tengo que tener cuidado con lo que digo y ser respetuoso con los demás, pero si me resulta violento escuchar durante una hora lo que piensan los demás respecto a con quien se acueste una actriz, soy yo el que está mal.
Entiendo que la gente teme lo que desconoce, y por alguna retorcida razón odia lo que no comprende. Si uno se aleja de los demás y procura rodearse de gente lo menos normal posible, como yo lo he hecho, no hay problema. Puedes pasar tu vida sin mayores molestias. Actualmente el trabajar desde casa hace que todo esto sea mucho más fácil, porque por trabajo no tengo que compartir el mismo espacio por varias horas al día con personas con las que no tengo nada en común. Esto en un principio puede sonar a que intolerante con la gente normal, pero deje que le explique: me parecería intolerante si odiase a los demás por no ser como yo y se lo dijese en sus caras, día tras día, sin perder oportunidad de mencionarlo. Pero no es así. Me importa un carajo que hayan personas con gustos y tendencias distintas a las mías. Sin embargo, esto no funciona en ambos sentidos.
Cuando uno es distinto, existe en los demás una ilusión de agresión. Si no participas en lo que ellos disfrutan, automáticamente y sin preguntar asumen que te sientes superior a ellos, que piensas que lo que ellos hacen es estúpido y por extensión ellos también. No tengo muy claro si eso es porque en el fondo sienten que lo que ellos hacen es en efecto ligeramente idiota (esto se aplica particularmente a quienes tienen por placer culpable los programas de farándula), o porque piensan que lo que a ti te gusta si es idiota, que tu eres un idiota por disfrutarlo y eso les ofende. Pero invariablemente, se sienten ofendidos.
Y también sienten la necesidad de cambiarte. Si no haces lo que ellos hacen es porque hay algo malo en ti que tiene que ser solucionado a la brevedad. Si no argumentan los beneficios de sus costumbres, intentarán demostrar que estás incurriendo en una falta por no hacer lo mismo.
No se trata tanto de los gustos, sino que de las costumbres del día a día, de lo que haces o no.
Por qué no celebras navidad, por qué no sales el año nuevo, por qué no bailas, por qué no sales los fines de semana, por qué no haces asados, por qué no vas al parque, por qué lees libros, porque si ves tantas series no ves las que ven los demás, por qué te vistes siempre de negro, por qué usas camisetas con grupos de música, y un largo etcétera que se puede resumir sucintamente en "¿Por qué no puedes ser normal?".
Y todo esto teniendo en cuenta que siendo hombre estoy sujeto a muchas menos "obligaciones sociales" que, por ejemplo mi esposa, quien siendo tan ñoña como yo se tiene que defender regularmente cómo intentan forzar sobre ella la imagen de cómo debe ser una mujer en nuestro país.
Lo normal se confunde con frecuencia con lo que es bueno. Esa es la principal razón por la cual las virtudes aristotélicas se fueron dejando gradualmente de lado, porque por ejemplo si la mayoría de la gente miente, entonces la falta de honestidad se hace normal y por lo tanto deja de ser mala. Pero lo normal, no es necesariamente bueno. De la misma forma que a todo el mundo le guste lo mismo, se comporte de la misma forma y haga las mismas cosas al mismo tiempo no quiere decir que sea la única ni la mejor forma de vivir.
Porque yo no soy el que está de malas toda una semana porque su equipo perdió un partido, ni necesito prozac para encontrar razones para levantarme y ravotril para bajar las revoluciones, no necesito buscar espiritualidad en religiones de moda o libros de auto ayuda, no digo cosas como "las mujeres no hay quien las entienda" para dejar problemas de pareja sin resolver, no necesito ir todos las semanas a misa para sanar el alma ni sufro de estrés, no tengo deudas ni sufro por cosas materiales que no tengo, no necesito hablar mal de los demás para sentir que mi vida es más valiosa. No necesito alcohol ni drogas para pasarlo bien ni siento la necesidad de negar o huir de la realidad.
No es sólo la intolerancia el problema, sino que la idea de que yo estoy equivocado y ellos no. No me preocupa demostrar nada, no me interesa explicar mi opinión para convencerlos de en qué lo hago bien yo y en qué lo hacen mal ellos, principalmente porque eso me haría igual de intolerante y moralista que ellos. Lo único que podría rescatar, es que la gente normal vive abrumada de problemas, dudas, arrepentimientos, preocupada por lo que los demás piensen, con la necesidad de demostrar algo al mundo, ofendida por lo que otros dicen y molesta por lo que otros no hacen. Y yo, en mi mundo, con mi gente y mis gustos, soy feliz. Aunque la gente normal insiste en que los ñoños estamos mal.
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